En los últimos
años, la figura del interim manager ha ido poco a poco introduciéndose en la
esfera empresarial de nuestro país. Esta modalidad de management, que podría
traducirse como “directivo interino”, hace referencia a directivos senior con
una gran experiencia en gestión empresarial que se incorporan a una compañía
por un tiempo determinado y con una misión muy concreta, normalmente urgente y
no necesariamente negativa.
Esta misión puede
ir desde el lanzamiento de un nuevo producto a la sustitución temporal de un
directivo en plantilla, una fusión, un reflotamiento, un plan de reducción de
costes, un cierre, una gestión de crisis, etc.
Entre las ventajas
que aporta este modelo, destaca el hecho de no tratarse de un coste fijo, sino
variable. Pero, además, es muy valorada la rapidez de incorporación (en contra
de la larga espera que puede suponer contratar a un directivo en plantilla en
otra empresa), la transparencia de costes, la eficacia, la rentabilidad, la
objetividad, la incorporación de nuevos conocimientos y el nivel de compromiso
e implicación del interim manager.
Normalmente,
gracias a su experiencia previa acumulada, el interim manager llega a cada uno
de sus nuevos encargos con una serie de habilidades y conocimientos nuevos para
la empresa. Además, al no formar parte de la plantilla, son como “brisa fresca”
para la compañía que los contrata y se espera de ellos objetividad a la hora de
tomar decisiones, basadas solamente en la necesidad de alcanzar los resultados
esperados.
El interim manager
aporta, además, una serie de valores añadidos que él mismo se encarga de
reforzar, ya que de las referencias obtenidas en cada uno de sus emplazamientos
y de la consecución de los objetivos encomendados en cada ocasión dependerá su
futuro profesional.
Se trata de un
concepto nacido a finales de los setenta en los Países Bajos y que cuenta con
gran arraigo en países anglosajones como Reino Unido y Estados Unidos. En
Alemania, donde este modelo está también muy implantado, el interim management
fue el sistema utilizado por la agencia alemana de privatización tras la reunificación
en 1989 para llevar a cabo la reestructuración de las empresas antiguamente
propiedad del estado en la parte oriental.
Es posible que la
situación de crisis esté agilizando la proliferación de este tipo de
contratación en España, pero está claro que no se trata de un fenómeno
pasajero. Primero, porque, precisamente, la crisis está cambiando las
relaciones entre candidatos y empresas, y, segundo, porque cada vez son más las
organizaciones que valoran las ventajas de esta modalidad de contratación.
El auge del interim
management en nuestro país da una vuelta de la tuerca al término
“temporalidad”, tan denostado en ocasiones por sus connotaciones negativas.
Hoy, el trabajo temporal ya no se vincula a trabajadores no cualificados ni
tiene porqué ser algo negativo si se ajusta a las necesidades de la empresa y
de los propios candidatos, para los que puede suponer una ventaja el trabajar
en proyectos nuevos y diferentes, una mejora de la calidad de vida al elegir
cuándo y dónde se quiere trabajar y, en algunos casos, incluso una mayor
remuneración. Se trata, además, de una posible vuelta al mercado laboral para
directivos senior que han visto cómo su carrera profesional se estancaba con la
llegada de la crisis.
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